El lunes, Zapatero fue a "Tengo una pregunta para usted" a dar la cara ante la ciudadanía del país, y así salió, con la cara partida y tragando saliva más de una vez. El que no salió, fue Rajoy, aquien ofrecieron salir, a su elección, una semana antes o una después. Ni con ventaja está el PP en disposición de aguantar un duelo en un terreno que desgasta al Gobierno (ni tienen otra alternativa que no sea bajar impuestos para recortar protección social, ni pueden gobernarse a sí mismmos tan siquiera).
Sin embargo, ayer, nadie se acordó de la crisis del PP, porque el PP no importa. Y me alegro de que las tortas se las llevara Zapatero, porque a él le tocan, por la elección que ha tomado. Ha tomado la decisión de subir las pensiones, sobre todo las mínimas, por encima del IPC; repartir 400 € a 16 millones de trabajadores/as, jubilados/as y autónomos/as, crear la Ley de dependencia, subir el Salario Mínimo Interprofesional (con repercusión en lo que cobra la gente que está parada); ... . Y no piensa dar marcha atrás. Cuando se elige algo, es porque se descarta alguna otra opción.
¿Qué ha descartado? Ha descartado bajar los impuestos y hacer recortes sociales para fomentar el empleo. Con ello, seguramente, tendríamos menos paro y menos recesión a corto plazo, pero empleos más precarios y una importante bolsa de gente que, con la que está cayendo, pasaría miseria, pero de la de verdad, la de dormir en la calle y no tener un chusco de pan que llevarse a la boca. Ha descartado dejar el dinero en manos de quienes están forrados, para, además de lo indicado, comprar productos a los bancos. La jugada no ha salido bien, aparentemente. Pero a nadie se le escapa que ha evitado que quiebren (con la pérdida de empleo y financiación que ello supone) y que en un par deaños, el dinero vuelve con intereses. Por último, decide mantener el aumento de becas y la expansión de la enseñanza gratuita de 0 a 3 años, en lugar de ahorrarse el gasto y dejar que paguemos menos impuestos para consumir más y para que las empresas tengan más fondos con los que confrontar la crisis.
Es una apuesta arriesgada. El Gobierno no tiene más madera para alimentar la economía y no quiere quemar el tren, si no resguardar lo que se ha construído del Estado de Bienestar. Y eso, para que las personas más débiles no queden totalmente desprotegidas. Claro, que esto coloca a buena parte de la mal llamada "clase media", en una situción delicada, de auténtica angustia, por haber pasado de tener un alto nivel de vida a ver peligrar hasta el plato de alubias. Pero no peligra ni eso, ni la educación de los hijos de la gente que está parada, porque caerían en el saco de las personas más débiles, amparadas por el déficit público asumido.
¿Y qué le queda al Gobierno por hacer? Pues poca cosa, si no lanzar un mensaje de confianza, en que, como sabemos, garantizar la preparación de las generaciones que vienen va a ser nuestro salvavidas. Y lanzar otro mensaje claro: si las 31.ooo obras públicas sólo son un parche temporal para el personal de la construcción, que se preparen para los sectores que habrán de tirar de la economía cuando todo pase. Garantizar el bienestar, hace que la gente tenga capacidad para invertir tiempo en formarse y buscar un mejor empleo en un sector con mejor futuro. Si nos quedamos en la mera rabieta, en casa, nos hundiremos en el agua. Hay que dar brazadas para salir. Es más difícil que quemar lo que queda del Estado, pero, a la larga, más eficaz y productivo.
Por último, ha hecho un auténtico exhorto para que, los que podamos, sigamos tirando del carro y protegiendo a los que andáis pasándolas canutas. A mí me asusta el reto un poco, porque supone reconocer que papá Estado no me garantiza que mi empleo concreto se vaya a sostener, pero lo asumo como una apuesta de futuro. Si me voy a pique, volveré a ponerme en pie como sea.
¿Os convence?
Sin embargo, ayer, nadie se acordó de la crisis del PP, porque el PP no importa. Y me alegro de que las tortas se las llevara Zapatero, porque a él le tocan, por la elección que ha tomado. Ha tomado la decisión de subir las pensiones, sobre todo las mínimas, por encima del IPC; repartir 400 € a 16 millones de trabajadores/as, jubilados/as y autónomos/as, crear la Ley de dependencia, subir el Salario Mínimo Interprofesional (con repercusión en lo que cobra la gente que está parada); ... . Y no piensa dar marcha atrás. Cuando se elige algo, es porque se descarta alguna otra opción.
¿Qué ha descartado? Ha descartado bajar los impuestos y hacer recortes sociales para fomentar el empleo. Con ello, seguramente, tendríamos menos paro y menos recesión a corto plazo, pero empleos más precarios y una importante bolsa de gente que, con la que está cayendo, pasaría miseria, pero de la de verdad, la de dormir en la calle y no tener un chusco de pan que llevarse a la boca. Ha descartado dejar el dinero en manos de quienes están forrados, para, además de lo indicado, comprar productos a los bancos. La jugada no ha salido bien, aparentemente. Pero a nadie se le escapa que ha evitado que quiebren (con la pérdida de empleo y financiación que ello supone) y que en un par deaños, el dinero vuelve con intereses. Por último, decide mantener el aumento de becas y la expansión de la enseñanza gratuita de 0 a 3 años, en lugar de ahorrarse el gasto y dejar que paguemos menos impuestos para consumir más y para que las empresas tengan más fondos con los que confrontar la crisis.
Es una apuesta arriesgada. El Gobierno no tiene más madera para alimentar la economía y no quiere quemar el tren, si no resguardar lo que se ha construído del Estado de Bienestar. Y eso, para que las personas más débiles no queden totalmente desprotegidas. Claro, que esto coloca a buena parte de la mal llamada "clase media", en una situción delicada, de auténtica angustia, por haber pasado de tener un alto nivel de vida a ver peligrar hasta el plato de alubias. Pero no peligra ni eso, ni la educación de los hijos de la gente que está parada, porque caerían en el saco de las personas más débiles, amparadas por el déficit público asumido.
¿Y qué le queda al Gobierno por hacer? Pues poca cosa, si no lanzar un mensaje de confianza, en que, como sabemos, garantizar la preparación de las generaciones que vienen va a ser nuestro salvavidas. Y lanzar otro mensaje claro: si las 31.ooo obras públicas sólo son un parche temporal para el personal de la construcción, que se preparen para los sectores que habrán de tirar de la economía cuando todo pase. Garantizar el bienestar, hace que la gente tenga capacidad para invertir tiempo en formarse y buscar un mejor empleo en un sector con mejor futuro. Si nos quedamos en la mera rabieta, en casa, nos hundiremos en el agua. Hay que dar brazadas para salir. Es más difícil que quemar lo que queda del Estado, pero, a la larga, más eficaz y productivo.
Por último, ha hecho un auténtico exhorto para que, los que podamos, sigamos tirando del carro y protegiendo a los que andáis pasándolas canutas. A mí me asusta el reto un poco, porque supone reconocer que papá Estado no me garantiza que mi empleo concreto se vaya a sostener, pero lo asumo como una apuesta de futuro. Si me voy a pique, volveré a ponerme en pie como sea.
¿Os convence?
Vídeo editado por las noticias de rtve.es